RECUERDOS Y UN POCO DE NOSTALGIA DE UNA DOCENTE RURAL.

 Recuerdo lo duro que fue al inicio de este gran reto en mi vida, ser docente de una escuela rural, no ha sido nada fácil. Tienes que dejar tu familia, amigos, tu zona de confort y dejar de lado tus prioridades personales para ir en busca de una meta profesional. Me incliné al servicio y a mi vocación, sentía que en la zona rural me necesitaban aún más, y como tenía que ser, me nombré en una zona rural de Ayabaca, en una escuelita que queda en lo más alto de un cerrito, en un caserío llamado "El Limón".



Recuerdo la primera vez que llegué para matricular a mis niños y niñas, no encontraba el camino y caminé hasta llegar a lo más alto del caserío, en eso momentos sentía que en cada paso que daba me faltaba mucho el aire, mi corazón latía muy fuerte y demasiado rápido, me templaban las piernas, me comenzaba a preguntarme que hacia en aquel lugar, sentía mucho miedo porque no divisaba ninguna casita, solo era el ruido de la naturaleza. No sabía en donde estaba, tenía tantos sentimientos encontrados como miedo, tristeza, emoción, etc. Recuerdo que hablaba mucho con Dios y le decía, no me abandones por favor estoy segura que eres parte de este plan, cuando de pronto vi a dos niños que también se iban al cerro y les pregunté por la escuela del Caserío y me dijeron que estaba bien abajo,se sonrieron al ver que me había perdido, uno de ellos dispuestos acompañarme me dijo, no se preocupe yo la llevaré, caminamos mucho tiempo y claro estaba que me había equivocado de camino. Le agradecí tanto a Dios porque si me escuelita se encuentra en lo alto de un cerro pero no tan alto como pude llegar ese día.
Teniendo en cuenta las experiencia vividas jamás pensé que mi percepción de ver la vida sería otra. Y comprendí que la vida de un docente con convicción y vocación es el servicio en ayudar a cambiar la vida de las personas que tienes en tus manos. Más adelante, les seguiré contando más anécdotas en #orgullosamentedeserdocentedeunaescuelarural.

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